Siempre los mismo, cada 365 días. Un clima de consumismo e hipocrecia nos llena siempre una fecha
sin igual, donde regalos, comida que se desperdicia, luces que gastan luz, tiendas abarrotadas de incansables e insufribles padres de familia... Niños inquietos y caprichosos, cadenas de tiendas que surten y surten a miles de personas...
Vaya, si que el tercer mundo tiene suerte, pues no sufre de aquella impertinente fecha; es más no les incomoda tener que comprar regalitos que al final de mes estarán en un rincón de la casao en la basura, o, no saber que comprar para la dichosa cena navideña, ya que lo único en el menú: es lo que se pueda sacar del basurero o lo que se encuentre en la basura.
Luces, arbolitos, santa, iconos representativos de una fiesta que ha ido perdiendo gradualmente su esencia de caridad, paz y buena voluntad hacia todos, no sólo festejar con un pavo (lo que acostubres a comer ese día), tomar vino y decir que todo va bien.
Hay que pensar bien, lo que esta fiesta realmente significa para nosotros y los demás individuos que nos rodean, hay que incluir aspectos positivos y negativos acerca de las actividades que realizamos estas fechas, pues sólo tomamos como pretexto para olvidarnos de lo que importa realmente.